Pintan canas y algunos ya tienen nietos. Han trabajado, mucho y bien, durante toda su vida y continúan con sus capacidades físicas e intelectuales a pleno rendimiento. Lo que les falta es que valoren su experiencia, su conocimiento y su talento, al margen de su edad, y se les abran de nuevo las puertas de un mercado laboral que un día les dejó en la calle. El programa Garantía + 55 se pensó para ellos y les ha proporcionado un trabajo durante seis meses.

El próximo 14 de septiembre finaliza el contrato de las 44 personas que han formado parte del programa Garantía + 55 en Ciudad Real. Un tiempo en el que estas personas han tenido la oportunidad trabajar – recibiendo un complemento del subsidio por desempleo de mayores de 55 años hasta alcanzar la base reguladora para el cálculo de pensión contributiva- pudiendo aportar sus habilidades, madurez y entusiasmo en sus distintos puestos.

El Programa Garantía +55 es una de las medidas del Plan Extraordinario por el Empleo, que financia la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y que ha sido gestionado a través del IMPEFE (Instituto Municipal de Promoción Económica, Formación y Empleo).

Los beneficiarios de este programa, que el Ayuntamiento de Ciudad Real ha desarrollado con éxito por segunda vez, son 7 mujeres y 37 hombres repartidos en diferentes servicios en función de las categorías laborales de los mismos (conserjes, operarios, pintores, carpinteros, albañil, comercial, jardinero, auxiliar administrativo, fontanero, graduado social, auxiliar de archivos, modista, animadora sociocultural, delineante y arquitecto técnico). La mayoría de ellos han vivido una experiencia muy positiva que no solo les ha aportado una ayuda económica, sino que también les da brindado la oportunidad de volver a sentirse activos.

Esto es quizá para muchos de ellos lo más importante. Gerardo Montero tiene 59 años y ha dedicado al trabajo en la hostelería toda su vida laboral hasta que la crisis le arrojó al paro. “He estado siete años desempleado, lo he vivido muy mal y es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo porque he pasado una depresión tremenda y muchos problemas”, explica. Este programa le ha llevado a trabajar de conserje del huerto ecológico del barrio del Pilar. Allí se encarga de abrir y cerrar la puerta, hacer pedidos, controlar las entradas y salidas de personas, comunicar lo que se necesite al responsable…

“No puedo coger herramientas ni hacer esfuerzos físicos por problemas de salud pero he hecho otras cosas necesarias para el funcionamiento del huerto. He ganado en experiencia y en conocimientos, pues he aprendido mucho de mis compañeros y observando la vida del huerto: cómo se trabaja la tierra, lo que hay que hacer para mantenerlo, cómo se siembra, qué cosas naturales hay que usar para que los bichos no ataquen la planta ni los frutos y se mantenga ecológicamente… En esta vida cada día que te levantas, aprendes, y yo me llevo mucho aprendizaje”, añade.

Aprendiendo también en el Museo

En el Museo del Quijote Francisco Contreras explica a los visitantes las exposiciones y el audiovisual, acompaña en la visita y guía en el recorrido, ofrece información. Este estupendo lugar ha sido su destino dentro del programa Garantía +55. Un trabajo ameno, gracias al cual está aprendiendo y conociendo gente. “Es para mí como revivir años pasados, los años del colegio, porque a estas alturas de mi vida estoy aprendiendo mucho. Esta experiencia está siendo muy lucrativa intelectualmente”, dice.

Ha sido comercial toda su vida. Estuvo muchos años en una empresa que cerró, después trabajó en una recuperadora de metales y luego fue autónomo hasta que no tuvo nada, ni prestación. “Me acerqué al IMPEFE y me ayudaron mucho. Solicité un plan de empleo, me lo concedieron y estuve seis meses barriendo las calles, feliz. Hay gente que cuando está barriendo la calle no quiere que le vean. Yo me hice todos los distritos de Ciudad Real. Estaba realmente contento. Soy una persona activa, nunca he estado parado y me comía mucho la cabeza, tenía unos ataques de ansiedad tremendos. El trabajo es vida. Cuando me llamaron para este programa no dudé. Estoy encantado”.

A sus 62 años Francisco tiene una increíble vitalidad. Se siente con fuerzas y ganas para todo, de hecho, piensa que jubilarse a los 65 es pronto. Reflexiona sobre la actual situación del mercado laboral y las políticas públicas de empleo: “Pienso que deberían pensarlo mejor antes de dar tantas ayudas a la contratación de jóvenes. Eso nos hace daño. No puede ser que personas a partir de los 45 años se vean ya desplazados de la vida laboral. Tenemos experiencia, tenemos responsabilidad y hoy en día físicamente podemos estar tan bien como cualquier joven”.

Coincide en el análisis con Nieves Díaz Barrajón, auxiliar administrativo en el Patronato Municipal de Deportes gracias a este programa, del que fue beneficiaria también en su edición anterior. “Parece que con más de 55 años ya no tienes opción a trabajar en ningún sitio, ya como si estuvieses jubilada, pero yo me considero joven, creo que puedo tener mucho que aportar porque estoy con mis capacidades plenas y tengo el bagaje que me da mi experiencia”, dice. Una experiencia de más de 30 años en su sector, en gestorías, atención al cliente y proveedores, incluso durante más de un decenio al frente de su propia empresa.

Dice que es consciente de que lo tiene “muy difícil”, los jóvenes llegan pisando fuerte, con mucha titulación que ella no tiene, por eso cree que a las empresas “no les interesamos las personas de esta edad”. “En cinco años en búsqueda activa de empleo no me han llamado para una sola entrevista de trabajo”, afirma. El programa Garantía + 55 le ha dado la oportunidad de estar activa, de renovar conocimientos y de establecer unas relaciones en el ámbito del trabajo que, según explica, es “lo mejor de todo” y lo que más le apena de la inminente finalización de su contrato.

 

Entre costuras y muebles clásicos

En el Ayuntamiento de Ciudad Real también se cose. Lo hace una modista “de toda la vida”, Carmen Madrid, de 64 años, beneficiaria también de este programa. Los trajes para la Cabalgata de Reyes, baberos y mantitas para el Centro de Atención a la Infancia municipal, manteles, cortinas y cojines para varias dependencias, faldillas de mesa para el Teatro Quijano, trajes para la Escuela municipal de Danza… “Llevo cosiendo toda mi vida. Tengo la suerte de trabajar haciendo lo que más me gusta que es algo que no todo el mundo puede decir”, reconoce Carmen.

Aunque ella depende de la concejalía de Festejos, es en las oficinas de la concejalía de Igualdad donde tiene su taller de costura, en el que se siente muy a gusto rodeada de unas compañeras de las que destaca su simpatía y su humanidad. “He llevado mal el desempleo, siempre he sido muy activa, tuve hasta mi propia tienda de ropa, que no sobrevivió a la crisis. Iniciativas como esta, para personas de mi edad, a las que no nos quieren ya en ningún sitio, son muy necesarias y ojalá se fomentasen aún más”, explica esta artista de la aguja y el hilo.

También es un arte lo que hace cada día Daniel Velasco, en un improvisado taller en el antiguo edificio de la biblioteca, en el Prado. Está restaurando los muebles del Museo Elisa Cendreros, de cara a su próxima rehabilitación. A sus 56 años a este carpintero de vocación se le ha brindado la oportunidad de hacer lo que más le apasiona del mundo de la madera: tener entre las manos muebles antiguos y poder restaurarlos: “Hay bastantes cosas que se han deteriorado por el paso del tiempo porque no han estado conservadas adecuadamente, por la temperatura o por la humedad. Los muebles de madera necesitan su retoque”.

“Casi siempre me he dedicado a la carpintería general – cocinas, armarios, muebles de la casa- porque esto, que es lo que a mí me gusta más, son trabajos caros que nadie quiere o puede pagar”, dice Daniel, que ha estado muchos años como autónomo pero al que últimamente le escaseaban los encargos. “Había poco trabajo y en mi casa tenía que entrar dinero, así que cuando me enteré de esta convocatoria de IMPEFE, me apunté sin dudar, me pareció una buena oportunidad para las personas que ya tenemos una edad y para las que todo es más difícil”.

El futuro va a volver ahora a ser un poco incierto para ellos. En sus mochilas se llevan una experiencia más de trabajo y de vida que siempre suma y de la que han aprendido, a la espera de encontrarse en el camino con una nueva oportunidad.